En México
Cécile Denise Acosta Reynaud y yo tuvimos una relación de pareja durante algo más de cuatro años, de julio de 2003 a septiembre de 2007. Con altas y bajas, fue básicamente una buena relación. Nunca hubo violencia física de uno hacia el otro. Ella a veces rompía objetos cuando se enojaba, principalmente platos y vasos, aunque también ventanas. Yo llegué a romper objetos también, especialmente después de ella haber roto varios, pues así dejaba de hacerlo. No eran situaciones muy comunes, pero habrá sucedido unas cuatro o cinco veces de su parte, y dos de esas veces yo rompí algo también.
Después de casi tres años de relación nació nuestra hija. Cuando ella tenía un año y tres meses, nos separamos. Durante los siguientes tres años se presentaron dos situaciones graves de manera simultánea:
1) En raras ocasiones, cuando Cécile se desesperaba mucho, golpeaba a nuestra hija. No era seguido, pero eran golpes fuertes, con el puño e incluso con un palo. Yo le pedí varias veces que no lo hiciera y, como seguía sucediendo, le advertí que si lo hacía nuevamente pondría una denuncia legal. En cuanto se lo dije, ella fue a denunciar falsamente que yo la había golpeado a ella, pero la denuncia no procedió. Al siguiente golpe fuerte de ella a nuestra hija, unos meses después, puse la denuncia correspondiente, y a partir de entonces dejó de pegarle a nuestra hija.
2) Desde que nuestra hija empezó a hablar, poco antes de cumplir dos años, relató maltrato por parte de su abuela materna y el esposo de ella. A instancias de Cécile, acudimos a un centro especializado dependiente de la PGJDF, donde nos dijeron que sí había signos claros de dicho maltrato y que, si no hacíamos la denuncia formal, se desprendería responsabilidad legal hacia nosotros. Entonces yo hice la denuncia, tanto para proteger a nuestra hija como para protegernos a nosotros de una posible responsabilidad legal.
No ahondaré en estos temas por dos razones: la primera es que no tienen relación estrecha con la desaparición de Cécile Denise Acosta Reynaud ni con el caso legal que enfrento en India. La segunda es evitar la revictimización de mi hija.
A principios de 2011, Cécile y yo decidimos irnos de México, tal vez para siempre. Ella argüía que nuestras familias eran una influencia muy negativa en la educación de nuestra hija y en nuestra relación como padres de ella. Yo concordaba sólo en lo que se refiere a algunos miembros de la familia de ella, pero aún así pensaba que era la mejor opción. Aquí debo mencionar que, desde nuestra separación, ninguno de los dos tuvo nunca intenciones de restablecer nuestra relación de pareja: ella tuvo dos o tres parejas en ese periodo, yo tuve una. Nuestra relación se limitaba a la crianza y la educación de nuestra hija.
Cécile quería ir a India, a estudiar danza, para lo cual había solicitado una beca desde 2009. Yo originalmente pensaba irme a Polonia, pero a último momento logré cambiar el lugar de mi estancia posdoctoral e ir a India también. Hicimos un acuerdo, primero de palabra y después por escrito, avalado en un juzgado de lo familiar a instancias de Cécile (a lo que yo me oponía en un principio, pero resultó ser un gran acierto), donde se establecían los lineamientos básicos relativos a la crianza de nuestra hija, así como el hecho de que alternaríamos la custodia durante catorce meses cada quién. La idea era tratar de mantenernos en lugares cercanos para poder ambos tener contacto constante con nuestra hija, aunque el lugar donde ella viviría sería determinado por quien tuviera la custodia en ese momento.
En India
Durante el tiempo que estuvimos en India antes de la desaparición de Cécile Denise Acosta Reynaud, mi hija y yo vivíamos en Kalasalingam University, donde yo realizaba mi estancia posdoctoral. Cécile estaba en Kalamandalam University, a unas seis horas de camino.
Cécile iba a Kalasalingam cada tres semanas, más o menos, y se quedaba en nuestra casa de dos a cinco días. Durante dichos periodos, ella dormía en el cuarto de nuestra hija. Aunque pasaba mucho tiempo con ella, también se dedicaba a su trabajo, el cual hacía en una computadora que yo le prestaba.
Ella y yo teníamos una buena relación, mucho mejor que en México. Aunque no éramos cercanos, sí hablábamos de lo que pasaba en nuestras vidas, de nuestras impresiones sobre el país y, por supuesto, de la educación y el desarrollo de nuestra hija. Supuestamente debíamos hablar sobre nuestra hija sólo por escrito, según lo marcaba el acuerdo, pero al estar conviviendo era muy común que lo hiciéramos verbalmente. Generalmente cocinábamos y comíamos juntos.
En una ocasión Cécile se llevó a nuestra hija de vacaciones una semana a su lugar de residencia, y también nos invitó para que fuéramos ambos, pero eso no logró concretarse por mis obligaciones laborales y por los periodos de exámenes de nuestra hija. Cécile tenía pensadas unas vacaciones largas con nuestra hija en Europa, donde vivía su hermano. Originalmente serían en verano de 2012, pero su hermano acababa de tener un hijo y le indicó que sería mejor en diciembre, así que supuestamente se iría con ella a Europa para Navidad.